22.10.14

DIGNIDAD HUMANA



Vivimos unos tiempos en los que la defensa de los derechos humanos y su fundamentación tienen un papel capital en el pensamiento antropológico y político. Pero junto a esos intentos, nos tropezamos también con un hecho: la violación de los derechos más inarrebatables del hombre es un dato cotidiano en nuestro mundo. La dignidad de la persona está puesta en entredicho en la práctica en unas proporciones difícilmente imaginables. Por eso, la comprensión de la dignidad de la persona debe concretarse no sólo en la formulación teórica de los /derechos humanos, sino también en la actualización práxica de esos derechos en todos y en cada uno de los hombres, pues la dignidad humana no tiene como término el orden de lo teórico sino el de lo real, pues la persona no es una idea abstracta sino un ser encarnado. Por otra parte, se dice y se escribe con frecuencia que la persona es un valor fundamental y que tiene una dignidad propia irrenunciable.
Pero cuando sostenemos eso podemos propiciar una cierta confusión, consistente en pensar que existen muchos valores y que uno de ellos es la persona, esto es, un valor junto o al lado de otros valores. Como mucho se dirá -con Max Scheler-, que la persona es el valor fundamental, el protovalor. No negamos que la persona sea considerada como primer valor en el orden de lo creado. Pero parece conveniente distinguir entre unos valores que son siempre abstractos y la dignidad que posee la persona concreta, de carne y hueso. En efecto, desde una perspectiva no maniquea de la materia, también los animales y las cosas del mundo son dignas. Pero la dignidad de la persona, animales y la de las cosas no tiene el mismo valor, no son magnitudes ontológicamente sinérgicas. Por eso aquí debemos plantear la asimetría que existe entre la dignidad de la persona y la del resto de entes existentes, para, en segundo lugar, ensayar un intento de formulación de la dignidad de la persona de forma incondicionada y absoluta.
Pues bien, la dignidad de la persona sólo puede fundarse, o bien desde una perspectiva teológica, o bien desde una consideración exclusivamente humana, atendiendo a su realidad propia, natural, al margen de su fundamentación incondicionada última en la dignidad conferida por Dios al hombre, que le otorga su ser persona, en tanto que convocado a participar de su naturaleza divina, tal como se afirma en el cristianismo. Desde esta perspectiva, santo Tomás de Aquino sostenía que «la persona significa lo más perfecto que hay» en toda la naturaleza. Y con anterioridad san Agustín afirmó que «Dios, sabio creador y justo ordenador de todas las naturalezas, concedió al hombre la máxima dignidad entre los seres de la tierra» . De esta forma, la fundamentación absoluta e incondicionada de la dignidad de la persona humana en el cristianismo cobra su basamento en la dignidad otorgada al ser humano por Dios. Si se prescinde de esta fundamentación última, divina, de la dignidad de la persona, difícilmente se hallará un imperativo auténticamente categórico y absolutamente incondicionado en el reino de lo absolutamente relativo. En efecto, pensamos que la consideración del hombre como fin y no como medio, que propugna el supuesto imperativo categórico de Immanuel Kant, se convertiría en un imperativo hipotético, condicionado, que permitiría utilizar al ser humano como medio, si no se sustentara esa imperatividad en la instancia superior que constituye la dignidad del hombre como la más sublime creatura de Dios, y llamado por este a su amistad y a la participación de su propia naturaleza en la filiación adoptiva. Por eso, con la aparición del cristianismo se produjo una revolución histórica sin precedentes, al sostener la igualdad por naturaleza de todos los hombres, con su dignidad constitutiva, y ello basado en la afirmación del hecho más extraordinario acontecido en la historia: la encarnación de Cristo, Dios mismo hecho hombre, que eleva al hombre a una dimensión inaudita. El valor supremo (la dignidad) de la persona humana y la afirmación de la /fraternidad universal son las grandes afirmaciones del cristianismo sobre el hombre.
Ningún Estado, ninguna sociedad, ninguna comunidad de comunicación lingüística, etc. -y por supuesto, ninguna persona individual- pueden establecer nada que sea contrario a la dignidad de la persona. Y finalmente, la persona no es digna porque deba ser tratada como fin en sí como afirmaba Kant y otros muchos pensadores, sino que ocurre exactamente al contrario: por ser digna, debemos considerarla y tratarla como fin en sí y como ininstrumentalizable. Y ello es debido a que ser digno y ser fin en sí no son exactamente sinónimos; toda persona es fin en sí, pero no se es persona (dignidad) por ser tratado como fin en sí, sino que debemos tratarnos a nosotros y a los demás como fines en sí porque somos personas, seres dignos en sí.
Extraído del texto de M. Moreno Villa
Adaptado por Roberto J. Prieto

EL BIEN COMÚN



Todas las grandes ciencias comparten un interés en las precondiciones necesarias para obtener un cierto fin social que es percibido como deseable. Consecuentemente el concepto de bien común contiene diferente elementos o puede ser estudiado desde diferentes perspectivas. Por ejemplo: la riqueza general del bien común económico.  El bienestar común o público de la ciencia política. Y el “Bonun commune” de la tradición europea filosófica o cristiana. 
 
Aspecto económico: (la riqueza común)
Desde el punto de vista económico general el concepto admite varios posibles significados. Por ejemplo, se puede aplicar a aquel bien que pertenece o es de usufructo a una comunidad o la sociedad en su conjunto. En el primer sentido de su acepción -bien común como propiedad común- es la acepción tradicional o clásica del término. Este significado se remonta a la antigüedad, y se diferenciaba a su vez en dos grandes sectores: la propiedad comunal, como tal y la (propiedad estatal o pública).
Algunos de los clásicos de la economía política percibían la evolución de las relaciones o sistemas de producción como llevando inevitablemente hacia la propiedad común de los mismos.  Esa visión influyó fuertemente la de algunos economistas pero gozó de poca aplicación en la economía de los países occidentales durante buena parte del siglo XX. Sin embargo, en la actualidad ha habido una revitalización del interés en este aspecto del concepto, especialmente en la propiedad comunal a diferencia de la estatal o pública.
La segunda acepción es el bien común como aquel que es de usufructo o consumo común,- deriva de una sugerencia de Paul Samuelson (economista estadounidense) acerca de los bienes públicos, que serían aquellos bienes cuyo consumo por un individuo no disminuye su disponibilidad para otros.
El concepto también se puede referir a algo así como la conveniencia económica -o bienestar socio-económico- general de una sociedad o comunidad o la situación que maximiza la suma del beneficio o utilidad de todos y cada uno de los individuos.
Desde este punto de vista el concepto puede ser entendido como utilitario o instrumental: la riqueza provee las bases prácticas para que los individuos puedan lograr su perfección tal como ellos la entienden. Esa perfección no es cuestión que otros puedan definir, pero sin esa base material, los individuos no están en condiciones de perseguir su propio mejoramiento (ver, por ejemplo: Pirámide de Maslow -psicológo estadounidense).
Si entendemos entonces el bien común como la condición material (la riqueza general) que permite ese desarrollo, encontramos que, como última acepción la economía moderna ofrece una definición formal de bien común y dice: es la suma cuantitativa de las utilidades de los miembros de una sociedad (el público) pero con el agregado de una condición fundamental; esa riqueza común debe incluir a todos, sin bienestar de todos los individuos, no puede haber bienestar general .

Aspecto social: (el bienestar común)
El interés desde este punto de vista no se centra en individuos sino en comunidades o sociedades. En las palabras de Simón Bolívar: “Son derechos del hombre: la libertad, la seguridad, la prosperidad, la salud, la educación, la vivienda digna, la igualdad, etc. La felicidad general, que es el objeto de la sociedad, consiste en el perfecto goce de estos derechos” y "El sistema de gobierno más perfecto es aquél que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política."
En esta perspectiva no puede haber bien común a menos que las sociedades estén integradas y sean estables (es decir, que haya Cohesión social). En otras palabras: a menos que esos sistemas sociales sean viables en el largo plazo. Pero lo que incrementa esa viabilidad social no necesariamente aumenta la utilidad individual o bienestar de cada individuo.
Así, desde este punto de vista se puede entender el bien común como la suma de las condiciones de la vida social que permiten que los individuos libremente organicen sus vidas. El propósito del Estado (entendido como la sociedad políticamente organizada) sería entonces proveer a los individuos de los medios para que puedan efectivamente llevar a cabo esas elecciones. John Rawls sin embargo introduce una distinción entre "lo bueno", que es crear un mundo material mejor -como quiera que eso se defina- y "lo justo", que crea las condiciones para una sociedad libre y justa, una que permite la persecución de la virtud pero no prescribe el cómo hacerlo o qué es exactamente lo que se desea. Así, el bien común sería el bien que es común a cada ciudadano, el bien de cada uno de los ciudadanos, más que una concepción definida o concreta de lo que constituye el bien para todos y cada uno.

Aspecto filosófico: el bonum commune
Por bien común, en filosofía en general, se entiende aquello que es compartido por todos y de beneficio para todos los miembros de una comunidad (en el sentido de un mejoramiento general, no solo físico o económico), “El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales las personas, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección.”
En esta concepción el bien común no es la suma de los bienes de cada uno de los miembros de la sociedad ya que ese bien es indivisible y solo con la colaboración de todos puede ser alcanzado, aumentado y protegido. Afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad.  Posiciones fuertemente influidas por este punto de vista ha sido incorporado en las constituciones y legislaciones de numerosos países y es muy importante en la posición de la defensa de los derechos de las persronas de la iglesia católica. Por ejemplo, en la Doctrina Social de la Iglesia, a partir de la encíclica Rerum Novarum. En encíclicas posteriores se ha seguido profundizando en su concepto.
Esta percepción deriva de los clásicos griegos (principalmente Platón y Aristóteles) a través de la tradición escolástica, especialmente del trabajo de quien es considerado su más grande representante: Tomás de Aquino, quien reintroduce el tema en su Suma teológica -cuestión 98- cuando al hablar sobre la esencia de la ley afirma que esta: no es más que una prescripción de la razón, en orden al bien común, promulgada por aquel que tiene el cuidado de la comunidad
Así el bien común es también fin común. Algo no necesariamente existente, pero a ser obtenido. En las palabras del poeta griego del siglo V a.c., Píndaro: "llega a ser el que eres". A partir de eso, de Aquino sugiere: constituyéndose la ley ante todo por orden al bien común, cualquier otro precepto sobre un objeto particular no tiene razón de ley sino en cuanto se ordena al bien común. Por tanto, toda ley se ordena al bien común. Parece seguir entonces que sería el deber común o general adecuar la acción de todos y cada uno (por lo menos, dentro de ciertos límites) a la preservación u obtención de ese bien común: “Si toda comunidad humana posee un bien común que la configura en cuanto tal, la realización más completa de este bien común se verifica en la comunidad política”.

21.10.14

PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS




Para conocer mejor a una persona, es conveniente conocer también la tierra donde nació y la organización social, política y religiosa de la sociedad en que vivió.
Así para conocer a Jesús, es necesario estudiar dónde nació y cómo era la sociedad de su época.

PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS.
Palestina, la tierra donde nació Jesús, era en esa época, una provincia del Imperio Romano. Tras la conquista que fue iniciada por el general Pompeyo en el año 63 a.C. y culminó con la toma de Jerusalén por Tito en el año 70 d.C. Palestina quedó dividida en siete administraciones: Idumea, Samaria, Judea, Galilea, Traconítida, Decápolis y Perea.
El dominio de Palestina por los Romanos supuso para los palestinos el contraer obligaciones y obtener ciertos beneficios.
Obligaciones: Estaban obligados a pagar dos tipos de impuestos a Roma. Impuestos directos, que consistían en pagar una cantidad de dinero en función de las propiedades que poseían. Impuestos indirectos, o porcentajes que debían pagar por las compras o ventas que efectuaban.
Los palestinos no podían aplicar sentencias de muerte sin el permiso de Roma, aunque sí podían celebrar juicios.
Beneficios: Los palestinos se beneficiaban de la red de vías de comunicación que Roma construyó. Podían utilizar el sistema de correos que la organización administrativa de Roma creó. Podían utilizar las numerosas obras públicas construidas por los romanos: acueductos, teatros, fuentes,, las cuales mejoraban las condiciones de vida de los palestinos.
Los romanos respetaban la religión judía, sus leyes e instituciones. Les permitían celebrar el sábado (día sagrado) quedar exentos del servicio militar y celebrar juicios civiles y religiosos.
Los palestinos vivieron también etapas conflictivas. El hecho de estar sometidos por los romanos, inquietaba a algunas clases sociales judías, que conspiraban constantemente contra las autoridades de Roma. Las tropas invasoras reaccionaban brutalmente contra cualquier intento de rebelión, y llegaron a tener represalias muy duras.
Un ejemplo de esta dureza es la crucifixión de mil judíos en las murallas de Jerusalén por orden del gobernador romano Poncio Pilato.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA
En la administración política de Palestina en tiempos de Jesús, vamos a destacar tres figuras o instituciones relacionadas, de una o de otra forma, con la vida de Jesús: Herodes I el Grande y sus sucesores; el gobernador romano Poncio Pilato y el Sanedrín. Y el emperador de Roma cuando nació Jesús era Octavio Cesar Augusto.
Poncio Pilato: Fue gobernador romano en Judea del año 26 al 37 d. C:, Así pues, bajo su mandato se desarrolló la predicación y muerte de Jesús.
Su misión era controlar las siete administraciones de Palestina, nombrar o destituir al sumo sacerdote (título equivalente al presidente del gobierno). Cobrar los impuestos que imponía Roma y autorizar la ejecución de la pena de muerte.
Se le describe como un hombre inflexible, arbitrario y despiadado. Ordenó una matanza de galileos en el templo y posteriormente, otra de samaritanos.
El Sanedrín: Era el órgano de gobierno propiamente judío. Su nombre significa "sentarse juntos, consejo". El Sanedrín era similar a un parlamento. Ejercía el poder Legislativo (elaborar y aprobar las leyes), el judicial (juzgar los delitos contra las leyes), y el ejecutivo (hacer cumplir la ley). Estos poderes estaban limitados por las autoridades romanas. Así, si el Sanedrín, por ejemplo, condenaba a alguien de muerte, no podía aplicarse la sentencia sin la autorización del gobernador romano.
Ejercía también de corte suprema religiosa; es decir, fijaba la doctrina religiosa, establecía el calendario litúrgico y regulaba la vida religiosa del país.
El Sanedrín estaba compuesto por 71 miembros pertenecientes a tres clases:
Los ancianos (senadores o presbíteros) eran casi todos miembros de la aristocracia y hombres de negocios
Los sumos sacerdotes eran, en su mayoría saduceos.
Los letrados o maestros de la ley, fariseos en su mayor parte.
El presidente del Sanedrín era el sumo sacerdote, una especie de presidente del gobierno. Su función era gobernar el país bajo el control de Roma.

 

ESTRUCTURA SOCIAL Y RELIGIOSA
Todas las sociedades están organizadas en unas clases sociales determinadas que tienen unas características concretas. También en Palestina, el país de Jesús, existían diferentes clases sociales. Conocerlas nos puede ayudar a comprender la predilección de Jesús hacia las clases sociales más desfavorecidas.
Clase alta: Sumos sacerdotes, Jefes romanos, grandes terratenientes, ricos comerciantes, jefes de recaudadores de impuestos.
Clase media: Artesanos, recaudadores, maestros de la ley, sacerdotes.
Clase baja: Pueblo (campesinos, pescadores, pastores) enfermos pobres, esclavos, leprosos.


ESTRUCTURA RELIGIOSA DE PALESTINA
En Palestina, la religión tenía gran importancia y estaba muy unida a las cuestiones sociales y políticas. De hecho las autoridades religiosas y políticas eran las mismas. Como señalábamos anteriormente, el máximo órgano político-religioso era el Sanedrín, que tenía poderes religiosos, políticos y judiciales.
En la época de Jesús existían diversos grupos religiosos con los que éste se relacionó, dialogó, se enfadó, e incluso denunció. Señalamos los más importantes.
Sumos sacerdotes: Encarnaban la máxima autoridad: presidentes del Sanedrín y jefes del pueblo. También eran los responsables del Templo y del - --Cumplimiento de la Ley. Eran nombrados por el gobernador romano y pertenecían a las familias más nobles del pueblo.
Sacerdotes: Su misión era la dedicación al culto. Cabe distinguir tres grupos:
Los que pertenecían al grupo social de los saduceos (la aristocracia). Realizaban las funciones de culto en el templo de Jerusalén.
Los sacerdotes rurales, que vivían de algún oficio. Su nivel socioeconómico era bajo.
Los levitas eran los ayudantes de los sacerdotes. Su nivel socioeconómico era el más bajo.
Fariseos: Se cree que su nombre se deriva del arameo perssaya, que significa separados. Recibieron este nombre porque su observancia exagerada de la ley los separaba del pueblo sencillo. Se consideraban los buenos, los cumplidores y por eso no se relacionaban con el pueblo ni con los saduceos. Pertenecían a la clase media (artesanos) y eran para el pueblo, sus guías espirituales, porque los consideraban cultos y sabios. Abundaban entre ellos los maestros de la Ley. Sus ideas se fundamentaban en una estricta fidelidad a la Ley. Jesús se enfrentó muy a menudo con ellos, sobre todo en temas doctrinales. De hecho, este grupo social fue el que más presionó para condenar a muerte a Jesús.
Saduceos: su nombre se deriva de Sadoc, del que descendían, desde los tiempos de Salomón, los sacerdotes de Jerusalén. Eran de clase social alta y pertenecían a la aristocracia. Tenían grandes propiedades y eran los principales sacerdotes su influencia era muy poderosa. Políticamente colaboraban con los romanos para mantener el poder.
Zelotes: su nombre se deriva de la palabra celo, debido a su celo exagerado por el cumplimiento de la Ley. Podríamos decir que eran fanáticos de la Ley, de situación social baja. Políticamente estaban en contra de los romanos y fomentaban frecuentes rebeliones y escaramuzas. Se los consideraba alborotadores.
Esenios: se cree que su nombre significa "los devotos, los silenciosos" Eran una especie de monjes austeros y sacrificados, que vivían en comunidades monásticas en el Qumrán; cerca del Mar Muerto. Rezaban y meditaban sobre las Escrituras, esperando la venida del Mesías. Observaban el sábado religiosamente.
Helenistas: eran los judíos nacidos fuera de Judea, en las colonias del norte de África y del Mediterráneo oriental. Su lengua era el griego (de ahí el nombre de helenos). En Jerusalén y otras ciudades del país, tenían su sinagoga propia, donde leían la Biblia y rezaban en Griego.



Otros grupos: Los que pertenecían a la escala social más baja; es decir, los pobres y marginados
Los campesinos: Poseían algunas tierras de cultivo, que apenas les proporcionaban lo suficiente para sobrevivir.
Los jornaleros o trabajadores: Por cuenta ajena, en paro muy a menudo.
Los pequeños artesanos de aldea: Realizaban diferentes tareas: herreros, carpinteros, albañiles…A este gremio pertenecía José, esposo de María.
Las mujeres, los niños, los esclavos no judíos (la mayoría árabes), los pastores asalariados, los pecadores (prostitutas, adúlteras) y los publicanos (que eran los encargados de recaudar los impuestos).
Los mendigos y los enfermos: La falta de alimento y de higiene en las capas más bajas de la sociedad traía como consecuencia que, además de hambrientos, la mayor parte de los mendigos estuviera enferma. Estas enfermedades podían ser físicas: ceguera, lepra, etc. o psíquicas: afecciones mentales o nerviosas. A causa del desconocimiento de estas enfermedades, los enfermos eran considerados poseídos.
La vida de estas personas era muy dura. Además de su miseria material, la gente los consideraba impuros. Pensaban que si estaban enfermos era porque habían cometido un pecado y Dios les había castigado. Por eso nadie se acercaba a ellos ni dejaban que se acercasen.

POR TODA ESTA GENTE, LA MÁS NECESITADA
 ¡LOS OLVIDADOS! ¡LOS ABANDONADOS! 
ES POR LA QUE JESÚS SENTÍA UNA PREDILECCIÓN ESPECIAL, 
HASTA JUGARSE LA VIDA POR ELLOS.



INSTITUCIONES RELIGIOSAS
La vida religiosa giraba en torno a cuatro instituciones fundamentales:
La Ley, el Templo de Jerusalén, la sinagoga y las grandes fiestas.
La Ley: era la Palabra de Dios, que guiaba la vida de los judíos. Se leía diariamente, pero de forma solemne y más extensa el sábado, día festivo del pueblo de Israel. Los Judíos sentían una veneración especial por la Ley.
El templo de Jerusalén: era uno de los lugares más importantes de Israel. Toda la vida de los Israelitas giraba en torno al Templo. Era el símbolo de la presencia perpetúa de Dios en medio del pueblo. Los judíos de todo el mundo, solos o en grupo acudían a él al menos una vez al año para rezar.
En el Templo se enseñaba el contenido de la Biblia y se cantaban los salmos, mientras los sacerdotes ofrecían sacrificios a Dios. Servía también para repartir dinero y alimento a los pobres. Además de ser casa de oración, era el lugar donde se guardaban los tesoros, tanto de la nación como los particulares. Era el centro de la vida del país: comercio, banco, parlamento, punto de encuentro.
No es extraño que, cuando Jesús visitaba Jerusalén, Jesús eligiera el Templo como lugar de predicación, dado que era el punto más concurrido de la ciudad. Y de ahí se puede entender porque Jesús se enfadó con los vendedores del Templo, pues éstos lo habían convertido en un mercado y explotaban a los pobres.
Estaba situado en el monte Sión, en lo más alto de Jerusalén. Fue construido por Salomón y destruido por los babilonios en el año 587 a. C., fue reconstruido en el año 515 a.C. tras lo cual volvió a ser destruido varias veces.
Herodes I el Grande comenzó a reconstruirlo hacia el año 20 a.C. y se terminó de construir en el año 64 d.C. Seis años más tarde, fue destruido definitivamente por Tito.
En la actualidad se conservan solo las murallas, el Muro de las Lamentaciones, donde los judíos van a rezar.
Descripción del Templo de Jerusalén: Era una plaza en forma de rectángulo irregular de 300 por 480 m. La gran plaza estaba rodeada por arcos o porches. En los arcos se reunía la gente para la discusión, la enseñanza y el tráfico bancario correspondiente al pago de tributos al templo u la compra de las víctimas para los sacrificios (vacas, corderos, palomas…)




La Sinagoga: era el lugar donde se reunían los judíos para rezar. Lo hacían tres veces al día: por la mañana, a primera hora de la tarde y al acabar la jornada.
De manera solemne, estas reuniones tenían lugar el sábado. En ellas rezaban la profesión de fe o credo judío; leían el Decálogo y fragmento de la Ley; cantaban los salmos y leían otros textos de la Biblia que eran comentados por los rabinos o estudiosos de la Biblia.
La sinagoga también servía de escuela. Los evangelios nos cuentan que, durante su juventud, Jesús frecuentó la sinagoga de Nazaret y Cafarnaún.
Las fiestas: las fiestas judías tenían un carácter religioso. Las más importantes son tres: La Pascua, Pentecostés y Tiendas. En ellas, el pueblo se reunía para reforzar su fe.
La gran esperanza para el pueblo judío a lo largo de la historia era la espera del Mesías.
Los profetas habían anunciado que Dios intervendría para poner fin al sufrimiento humano y para sanar las dolencias de los enfermos enviando un Mesías. (Is. 61, 1-3)-
Pero no todos tenían la misma idea sobre el Mesías que iba a venir. Cada uno se imaginaba o esperaba un Mesías diferente.

Grupos o personas Cómo imaginaban al Mesías
Los romanos: Un líder político que podía provocar una revuelta.
Los sacerdotes: No esperaban al Mesías, se sentían autosuficientes.
Los fariseos: El Mesías se haría presente, cuando todo el pueblo practicase La Ley de Moisés
El pueblo: Alguien que los iba a liberar de la opresión de los romanos e hiciera justicia.